Tenía ocho años y me regalaron para Reyes el libro de Pollyanna de Eleanor H Porter. En la portada aparecía una niña rubia a la que yo veía preciosa (creo recordar que se describía con pecas y pelo rebelde), pero mis pecas sí que eran una verdadera condena y mi pelo con mi remolino también y lo empecé a leer y quise ser Pollyanna. Lo esencial de la novela era un juego que consistía en encontrar algo por lo que estar siempre contenta». Tras quedar huérfana, la pequeña Pollyana fue envida a vivir con su amargada tía. Lejos de rendirse, la pequeña no dudó en seguir aplicando día tras día esa filosofía de vida que le infundió su propio padre desde una edad muy temprana. El poder transformar la realidad en juego donde se trata de ver solo las cosas buenas y positivas. Así, un hecho más que curioso sobre el principio de Pollyanna, es que las personas optimistas no suelen recordar los eventos negativos